lunes, 24 de octubre de 2011

Itinerarios literarios (II)

Descenso a los infiernos

El infierno, etimológicamente, indica un lugar inferior. Para el mundo grecolatino el infierno es la región habitada por los difuntos después de abandonar la vida. Es un espacio lúgubre, poco atractivo que presupone, lógicamente, la creencia en la inmortalidad del alma. Para los cristianos, el infierno es el lugar al que son destinados los condenados por haber muerto en enemistad con Dios, y comparte escenario ultraterreno con el cielo y el purgatorio. Propiamente hablando, para la fe cristiana el infierno más que un lugar es un estado.
En el canto XI de la Odisea, Odiseo o Ulises (es el mismo nombre según el dialecto griego que se emplee) desciende al Hades o infierno. Lo mismo hace Eneas en el libro VI de la Eneida. Dante Alighieri, en su Divina Comedia, hace un largo viaje a través de los tres espacios: infierno, purgatorio y paraíso. Don Quijote, en II 22, desciende a la Cueva de Montesinos, que no es propiamente el infierno, pero la descripción de lo que ha visto lo acerca a los tres viajes de que hemos hablado y que pueden reunirse bajo el epígrafe “descenso a los infiernos”.
En la Odisea el “pueblo de los difuntos” se encuentra en “los confines del Océano”. Odiseo llega allí en busca del adivino Tiresias, para conocer su futuro. Su acceso se realiza mediante libaciones y sacrificios propiciatorios, en una dinámica cultual del “do ut des”. Sacrifico y hago votos para que me des acceso, para que me hables, para que me seas propicio…
Las almas acuden ante la sangre y el terror se apodera de Odiseo, que va encontrando a personas conocidas: Elpénor, uno de sus hombres; Anticlea, su propia madre… y, sobre todo, a Tiresias, objetivo de su descenso, quien le profetiza todo lo que le va a ocurrir hasta su muerte. A continuación, Anticlea le explica la situación de su familia en Ítaca y después se va enumerando un catálogo de mujeres de las que se cuenta su historia en una suerte de repertorio mitológico.
Desde el punto de vista de la técnica narrativa, este relato se sitúa en boca de Odiseo, que está contando sus peripecias en el palacio de Alcínoo, rey de los feacios. Odiseo interrumpe su historia: es tarde, pero el rey de los feacios le anima a continuarla. Es una estrategia inteligente, que interrumpe un relato interesante para crear más expectación y ansia de conocer cómo acabó el periplo por el Hades.
Odiseo continúa su historia. Se encuentra con Agamenón, el rey de los griegos, que narra su muerte a manos de su mujer Clitemnestra y su amante Egisto. Se contrapone la perfidia de Clitemnestra y la sensatez y fidelidad de Penélope. Aparece Aquiles, que se alegra con las nuevas de Odiseo sobre su hijo Neoptólemo.
Se nos presenta a Minos, hijo de Zeus, “sentado y empuñando áureo cetro, pues administraba justicia a los difuntos. Estos, unos sentados y otros en pie a su alrededor, exponían sus causas al soberano en la morada de Hades”.
Luego vemos personajes atormentados: “Titio, el hijo de la augusta Gea, echado en el suelo, donde ocupaba nueve yugadas. Dos buitres, uno de cada lado, le roían el hígado, penetrando con el pico en sus entrañas, sin que pudiera rechazarlos con las manos; porque intentó hacer fuerza a Leto, la gloriosa consorte de Zeus, que se encaminaba a Pito por entre la amena Panopeo”. “Tántalo, el cual padecía crueles tormentos, de pie en un lago cuya agua le llegaba a la barba. Tenía sed y no conseguía tomar el agua y beber: cuantas veces se bajaba el anciano con la intención de beber, otras tantas desaparecía el agua absorbida por la tierra, la cual se mostraba negruzca en torno a sus pies y un dios la secaba. Encima de él colgaban las frutas de altos árboles -perales, manzanos de espléndidas pomas, higueras y verdes olivos-; y cuando el viejo levantaba los brazos para cogerlas, el viento se las llevaba a las sombrías nubes”. “Císifo, el cual padecía duros trabajos empujando con entrambas manos una enorme piedra. Forcejeaba con los pies y las manos e iba conduciendo la piedra hacia la cumbre de un monte; pero cuando ya le faltaba poco para doblarla, una fuerza poderosa derrocaba la insolente piedra, que caía rodando a la llanura. Tornaba entonces a empujarla, haciendo fuerza, y el sudor le corría de los miembros y el polvo se levantaba sobre su cabeza”.
Odiseo cuenta que después vio la imagen de Heracles (Hércules en Roma) “pues él está con los inmortales dioses, se deleita en sus banquetes, y tiene por esposa a Hebe, la de los pies hermosos, hija de Zeus y de Hera, la de las áureas sandalias”.
Se vislumbran pues tres espacios de ultratumba: el feliz de los dioses, el triste del común de los mortales y el torturante de otros, castigo de sus infamias.
Zeus se nos aparece como un dios grande, mujeriego, adúltero, a quien no le gusta sufrir adulterio, y ejerce cierto control sobre el destino.

El inicio del Génesis (Biblia) y de la Teogonía (Hesíodo)

Capítulo 1
1 Al principio Dios creó el cielo y la tierra.
2 La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas.
3 Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió.
4 Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas;
5 y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día.
6 Dios dijo: «Que haya un firmamento en medio de las aguas, para que establezca una separación entre ellas». Y así sucedió.
7 Dios hizo el firmamento, y este separó las aguas que están debajo de él, de las que están encima de él;
8 y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el segundo día.
9 Dios dijo: «Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el suelo firme». Y así sucedió.
10 Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era bueno.
11 Entonces dijo: «Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla y árboles frutales, que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla adentro». Y así sucedió.
12 La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da semilla según su especie y árboles que dan fruto de su misma especie con su semilla adentro. Y Dios vio que esto era bueno.
13 Así hubo una tarde y una mañana: este fue el tercer día.
14 Dios dijo: «Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir el día de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los años,
15 y que estén como lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la tierra». Y así sucedió.
16 Dios hizo que dos grandes astros –el astro mayor para presidir el día y el menor para presidir la noche– y también hizo las estrellas.
17 Y los puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra,
18 para presidir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno.
19 Así hubo una tarde y una mañana: este fue el cuarto día.
20 Dios dijo: «Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes y que vuelen pájaros sobre la tierra, por el firmamento del cielo».
21 Dios creó los grandes monstruos marinos, las diversas clases de seres vivientes que llenan las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales con alas. Y Dios vio que esto era bueno.
22 Entonces los bendijo, diciendo: «Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas de los mares y que las aves se multipliquen sobre la tierra».
23 Así hubo una tarde y una mañana: este fue el quinto día.
24 Dios dijo: «Que la tierra produzca toda clase de seres vivientes: ganado, reptiles y animales salvajes de toda especie». Y así sucedió.
25 Dios hizo las diversas clases de animales del campo, las diversas clases de ganado y todos los reptiles de la tierra, cualquiera sea su especie. Y Dios vio que esto era bueno.
26 Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo».
27 Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.
28 Y los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra».
29 Y continuó diciendo: «Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento.
30 Y a todas la fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde». Y así sucedió.
31 Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día.

Comencemos nuestro canto por las Musas Heliconíadas, que habitan la montaña grande y divina del Helicón. Con sus pies delicados danzan en torno a una fuente de violáceos reflejos y al altar del muy poderoso Cronión. Después de lavar su piel suave en las aguas del Permeso, en la Fuente del Caballo o en el divino Olmeo, forman bellos y deliciosos coros en la cumbre del Helicón y se cimbrean vivamente sobre sus pies. Partiendo de allí, envueltas en densa niebla marchan al abrigo de la noche, lanzando al viento su maravillosa voz, con himnos a Zeus portador de la égida, a la augusta Hera argiva calzada con doradas sandalias, a la hija de Zeus portador de la égida, Atenea de ojos glaucos, a Febo Apolo y a la asaeteadora Ártemis, a Poseidón que abarca y sacude la tierra, a la venerable Temis, a Afrodita de ojos vivos, a Hebe de áurea corona, a la bella Dione a Eos al alto Helios y a la brillante Selene, a Leto, a Jápeto, a Cronos de retorcida mente, a Gea, al espacioso Océano, a la negra Noche y a la restante estirpe sagrada de sempiternos Inmortales. Ellas precisamente enseñaron una vez a Hesíodo un bello canto mientras apacentaba sus ovejas al pie del divino Helicón. Este mensaje a mi en primer lugar me dirigieron las diosas, las Musas Olímpicas, hijas de Zeus portador de la égida: "¡Pastores del campo, triste oprobio, vientres tan solo! Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad." Así dijeron las hijas bienhabladas del poderoso Zeus. Y me dieron un cetro después de cortar una admirable rama de florido laurel. Me infundieron voz divina para celebrar el futuro y el pasado y me encargaron alabar con himnos la estirpe de los felices Sempiternos y cantarles siempre a ellas mismas al principio y al final. Mas, ¿a qué me detengo con esto en torno a la encina o la roca?

viernes, 21 de octubre de 2011

Monica Ferretti - La poesia della vita


Monica Ferretti - La poesia della vita from Arte del XXI Secolo on Vimeo.

Licinia Visconti ha colto nello stile di Monica Ferretti l'ammirevole disinvoltura con la quale di muove tra i fabliaux medievali, i Lais di Maria di Francia, gli eroi e le dame di Chrétien de Troyes, e la contemporaneità, ma in sostanza le sue invenzioni hanno un cuore antico. Non potrebbe essere diversamente perché questa «donna gentile», che si potrebbe facilmente immaginare «presa per incantamento» sul «vasel leggero» a bordo del quale Dante voleva trarre gli amici suoi più cari in un viaggio fantastico, vive artisticamente in una dimensione sognata nella quale ricostruisce, tela dopo tela, un'intima e personale autobiografia. Con uno stile nel quale una sorta di realismo magico si stempera in tratti espressionistici e simbolisti descrive la donna nelle sue componenti spirituali: la fanciulla che stupisce sbarrando immensi occhi cerulei e portandosi una mano alla bocca; la donna descritta come belle dame sans merci, un volto bellissimo accoppiato ad una tigre magnifica che insinua l'esistenza di un'equivalente aggressività caratteriale; il volto intenso e severo di una Penelope moderna. Insomma, un'indimenticabile galleria di personaggi diversi ma fortemente caratterizzati da uno stile personalissimo che conferisce un valore sottile ed un profumo d'altri tempi ad una dimensione artistica di sapida modernità.

viernes, 14 de octubre de 2011

Don Quijote en la cueva de Montesinos


CAPÍTULO VEINTITRÉS De las admirables cosas que el estremado don Quijote contó que había visto en la profunda cueva de Montesinos, cuya imposibilidad y grandeza hace que se tenga esta aventura por apócrifa

Eneida: Descenso a los infiernos


Habla así Eneas, llorando, y tendidas al viento las velas, deslízase la escuadra; arriba en fin, a las eubeas playas de Cumas. Vuelven las proas hacia el mar; sujeta el áncora las naves con tenaz diente y las corvas popas recaman las costas con sus varios colores. Fogoso tropel de mancebos salta a la ribera Hesperia; unos sacan las chispas escondidas en las entrañas del pedernal; otros despojan el monte, densa guarida de las fieras, y enseñan a sus compañeros los ríos que van descubriendo. Entre tanto el pío Eneas se encamina a las alturas que corona el templo de Apolo y a la recóndita inmensa caverna de la pavorosa Sibila, a quien el delio vate infunde inteligencia y ánimo grande y revela las cosas futuras. Ya penetran en los bosques de Diana y bajo los dorados techos.

Libreto bilingüe de "Dido y Eneas" de Purcell

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lunes, 10 de octubre de 2011

Declaración de las canciones que tratan del ejercicio de amor entre el alma y el esposo Cristo, en la cual se tocan y declaran algunos puntos y efectos de oración, a petición de la madre Ana de Jesús, priora de las Descalzas en San José de Granada. Año de 1584 años.


PROLOGO

1 Por cuanto estas canciones, religiosa Madre, parecen ser escritas con algún fervor de amor de Dios, cuya sabiduría y amor es tan inmenso, que, como se dice en el libro de la Sabiduría (Sg 8,1), toca desde un fin hasta otro fin, y el alma que de él es informada y movida, en alguna manera esa misma abundancia e ímpetu lleva en su decir, no pienso yo ahora declarar toda la anchura y copia que el espíritu fecundo del amor en ellas lleva; antes sería ignorancia pensar que los dichos de amor en inteligencia mística, cuales son los de las presentes canciones, con alguna manera de palabras se puedan bien explicar;
 
místico2, ca.

(Del lat. mystĭcus, y este del gr. μυστικός).

1. adj. Que incluye misterio o razón oculta.

2. adj. Perteneciente o relativo a la mística o al misticismo.

3. adj. Que se dedica a la vida espiritual. U. t. c. s.

4. adj. Que escribe mística. U. t. c. s.


inefable.

(Del lat. ineffabĭlis, indecible).

1. adj. Que no se puede explicar con palabras.

jueves, 6 de octubre de 2011

Odisea: descenso a los infiernos


Homero: Odisea
Canto XI: Descenso a los infiernos.
Traducción de Luis Segalá y Estalella (1927)

1 En llegando a la nave y al divino mar, echamos al agua la negra embarcación, izamos el mástil y descogimos el velamen; cargamos luego las reses, y por fin nos embarcamos nosotros, muy tristes y vertiendo copiosas lágrimas. Por detrás de la nave de azulada proa soplaba favorable viento, que henchía las velas; buen compañero que nos mandó Circe, la de lindas trenzas, deidad poderosa, dotada de voz. Colocados cada uno de los aparejos en su sitio, nos sentamos en la nave. A esta conducíala el viento y el piloto, y durante el día fue andando a velas desplegadas, hasta que se puso el sol y las tinieblas ocuparon todos los caminos.

13 Entonces arribamos a los confines del Océano, de profunda corriente. Allí están el pueblo y la ciudad de los Cimerios entre nieblas y nubes, sin que jamás el sol resplandeciente los ilumine con sus rayos, ni cuando sube al cielo estrellado, ni cuando vuelve del cielo a la tierra, pues una noche perniciosa se extiende sobre los míseros mortales. A este paraje fue nuestro bajel que sacamos a la playa; y nosotros, asiendo las ovejas, anduvimos a lo largo de la corriente del Océano hasta llegar al sitio indicado por Circe.

miércoles, 5 de octubre de 2011

La tensión del arte

La severidad moral del concepto y del carácter es un acontecimiento dentro de nuestro arte y de nuestra existencia. […] Nada hay más peligroso para la dignidad y el ethos del arte que lo untado y cómodo de nuestra actividad artística ordinaria, que la ligereza con que, por obra del fonógrafo y de la radio, se pone lo más sublime al alcance aun del más despreocupado, a cada hora: pues esa comodidad hace olvidar a los más el esfuerzo de la creación y los induce a asimilar el arte sin tensión y sin respeto, como la cerveza y el pan. Es, por lo mismo, una bendición y un goce espiritual ver en este tiempo a un hombre que por la potencia de su personalidad, recuerda que el arte es una labor sacra, una misión apostólica por lo inalcanzablemente divino de nuestro mundo, y no un regalo del azar sino una merced justa, no un placer tibio, sino también una penosa creación. […] Sólo el hombre extraordinario reconduce siempre a los demás hacia el orden la subordinación, y nada nos inspira más respeto por ese gran abogado de la fidelidad para con la obra, que el hecho de que haya logrado enseñar a una época confusa e incrédula el respeto por los valores más sagrados.» Stefan Zweig, El misterio de la creación artística, Sequitur, Madrid, 2010, pp. 76-77.

El misterio de la poesía

La influencia y la esencia de la poesía es siempre un misterio. Millones de palabras agitan con su ruido nuestro mundo cotidiano y recaen en el vacío, polvo suelto en torbellino. Pero alguna vez -raramente en todos los tiempos- ocurre que se infiltran algunas de esas palabras, de esas líneas, en un conjunto que forma una imagen que respira, que felizmente sobrevive a los labios que las crearon y a generaciones enteras que se deleitaron con ellas. (...)
Porque lo perfecto infunde siempre respeto, colma siempre los corazones de un estremecimiento especial, devoto y temeroso. Porque dondequiera se manifieste, en la inmaculada belleza de un rostro, en el ritmo de un cuerpo irreprochable, en el vuelo de un verso, en la melodía de una canción, siempre y dondequiera la humanidad percibe lo perfecto como si de pronto en lo terrenal la mirara el ojo de lo divino.
Stefan Zweig, El misterio de la creación artística, Sequitur, Madrid, 2010, pp. 48-49.