sábado, 27 de noviembre de 2010

Si me obligaran a elegir un poeta,



“Virgilio.
Elegiría a Virgilio.
¿Por sus Églogas? No.
¿Por sus Geórgicas? No.
¿Por su Eneida? No.

1º Porque dio asilo en sus poemas a muchos versos bellos de otros poetas, sin tomarse el trabajo de desfigurarlos.

2º Porque quiso destruir su Eneida ¡tan maravillosa!

3º Por su gran amor a la naturaleza.

4º Por su gran amor a los libros.

Ibant obscuri sola sub nocte per umbram,
perque domos Ditis vacuas, et inania regna;
quale per incertam lunam sub luce maligna
est iter in silvis, ubi caelum condidit umbra
Jupiter, et rebus nox abstulit atra colorem.

Eneida = Canto VI”

sábado, 6 de noviembre de 2010

Ilíada (canto I)


1 Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves —cumplíase la voluntad de Zeus—desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.


8 ¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo de Zeus y de Leto. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste y los hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote Crises. Este, deseando redimir a su hija, habíase presentado en las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas del flechador Apolo que pendían de áureo cetro, en la mano; y a todos los aqueos, y particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba:


17 —¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpicos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la patria. Poned en libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando al hijo de Zeus, al flechador Apolo.



Bucólicas de Virgilio


VIRGILIO, LAS ÉGLOGAS
(trad. de Eugenio de Ochoa[1])

ÉGLOGA I

El pastor Títiro encarece al pastor Melibeo su gratitud a un poderoso bienhechor por haberle restituido una heredad que le había sido arrebatada, con cuya ocasión lamentan ambos las desgracias que acarrea la guerra civil a los labradores.

(Melibeo. Títiro)

MELIBEO
¡Títiro!, tú, recostado a la sombra de esa frondosa haya, meditas pastoriles cantos al son del blando caramillo; yo abandono los confines patrios y sus dulces campos; yo huyo del suelo natal, mientras que tú, ¡oh Títiro!, tendido a la sombra, enseñas a las selvas a resonar con el nombre de la hermosa Amarilis.
TÍTIRO
A un dios, ¡oh Melibeo!, debo estos solaces, porque para mí siempre sera un dios. Frecuentemente empapará su altar la sangre de un recental de mis majadas; a él debo que mis novillas vaguen libremente, como ves, y también poder yo entonar los cantos que me placen al son de la rústica avena.
MELIBEO
No envidio, en verdad, tu dicha; antes me maravilla, en vista de la gran turbación que reina en estos campos. Aquí me tienes a mí, que, aunque enfermo, yo mismo voy pastoreando mis cabras, y ahí va una, ¡oh Títiro!, que apenas puedo arrastrar, porque ha poco parió entre unos densos avellanos dos cabritillos, esperanza, ¡ay!, del rebaño, los cuales dejó abandonados en una desnuda peña. A no estar obcecado mi espíritu, muchas veces hubiera previsto esta desgracia al ver los robles heridos del rayo . Mas dime, Títiro, ¿quién es ese dios?


jueves, 14 de octubre de 2010


A Trasideo de Tebas

Musa, si conviniste en ofrecer, a cambio de paga,
tu voz, obediente a la plata, a ti te corresponde hacerla tremolar aquí y allá
en honor de Pitónico,
el padre, o de su hijo Trasideo,
cuya felicidad y fama están flameantes.
Hermosa fue su victoria de antaño con el carro
y en Olimpia conquistaron con sus caballos
el rayo veloz de los célebres juegos;
mientras que en Pito, al bajar a la arena para la carrera ligera,
fueron superiores a la helénica concurrencia
por su rapidez. Que no ambicione yo mas bienes que los divinos,
con aspiraciones adecuadas a la edad,
pues cuando me encuentro con que en una ciudad
los de enmedio poseen flor de prosperidad más duradera,
censuro el destino de las tiranías.
Dedicado estoy a los logros compartidos: fuera los envidiosos.
Mas cuando uno alcanza la cima
y con pacífica conducta escapa
de la funesta desmesura, puede hacer mas bella travesía hasta el límite
de la negra muerte si a su gratísima descendencia
ha proporcionado renombrada gloria, más poderosa que todas las riquezas.
Tal don es el que distingue al hijo de Ificles,
Yolao, el que himnos dedicamos, y al fuerte Cástor,
y a ti, soberano Polideuces, hijos de dioses,
que un día habitáis en la sede de Terapna
y al otro dentro del Olimpo.

A Hierón de Siracusa




Reluce su fama
en la colonia, por sus hombres célebres, del lidio Pélope.
Por éste sintió pasión el poderoso Posidón,
el que la tierra conduce, cuando Cloro lo sacó
del inmaculado caldero
provisto de un brillante hombro de marfil,
¡en verdad que es mucho lo asombroso!
E incluso puede acontecer que los rumores
de los mortales, habladurías adornadas con abigarradas
ficciones, trasgrediendo el relato verdadero,
nos engañen por completo.


Íbico

En primavera los membrillos cidonios
florecen regados por la corriente de los arroyos
en el huerto no hollado de las doncellas
y también crecen los pámpanos bajo umbrosos retoños.
Amor, en cambio, jamás reposa para mí en estación alguna,
si no que, cual cierzo tracio inflamado por el rayo,
sombrío y resoluto, me agita el alma por entero,
violentamente, con un loco frenesí que me consume.

Un tracio es quien lleva, ufano, mi escudo: lo eché, sin

pensarlo,

junto a un arbusto, al buen arnés sin reproche,

pero yo me salvé.. ¿Qué me importa, a mí, aquel escudo?

¡Bah! Lo vuelvo a comprar que no sea peor.




La Moira es, en efecto, quien da a los humanos el bien y el mal,


y son inevitables los dones de los dioses inmortales.


En todas las acciones hay riesgo y nadie sabe


en qué va a concluir un asunto recién comenzado.


Así que uno que pretende obrar bien no ha previsto


que se lanza a un duro y enorme desastre,


y a otro, que obró mal, le concede un dios para todo


la suerte del éxito, que contrarresta su propia torpeza.


(unred.es)


Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta.


Dioses de la mitología griega
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lunes, 27 de septiembre de 2010

Cuentos de Canterbury


Los Cuentos de Canterbury, de Chaucer, son un paso obligado para quien esté interesado en la historia de la narrativa occidental.
Los relatos son muy variados: tema fantástico, pícaro, más o menos didácticos... Mejor y peor construidos. Si se mira desde el Quijote se echa en falta, como es lógico, una evolución de los personajes, una vida independiente del narrador...
También, desde el Quijote, hay tres notas destacables:
- la relación entre un caballo fingido y el de Troya.
- la afirmación de que la vejez mejora el entendimiento.
- la distinción y descripción entre bienes de fortuna y de naturaleza.

viernes, 17 de septiembre de 2010

¿Qué es literatura?


Simeón: Expresión dotada de cierta estética del hombre a través del lenguaje escrito que va más allá del contenido.
Susana: Arte que consiste en expresar oralmente o por escrito historias, sentimientos o ideas.
Eider: Lo inefable.
Pedro: El arte referido a las letras.
Marta: Tradición oral y escrita de las diferentes culturas desde un punto de vista estético y artístico.
Paula: Aquello que consiste en expresar mediante distintos géneros lo que quieres contar.
Carlos: Es la expresión de ideas mediante el lenguaje y su escritura con intenciones artísticas.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Safo y Catulo


Me parece igual a un dios
el hombre que frente a ti se sienta
y absorto escucha mientras le hablas dulcemente
y sonríes con amor.
Esto, no miento, no, me sobresalta
dentro del pecho el corazón;
pues si te miro un solo instante
mi voz no me obecede,
la lengua se me hiela, un sutil
fuego corre bajo mi piel,
mis ojos no ven nada, me zumban los oídos,
un sudor frío me cubre, un temblor
me agita toda entera y estoy, más que la hierba,
pálida, y siento que me falta poco
para quedarme muerta.

La lírica monódica

Catulo

LI. ad Lesbiam

ILLE mi par esse deo uidetur,
ille, si fas est, superare diuos,
qui sedens aduersus identidem te
spectat et audit
dulce ridentem, misero quod omnis
eripit sensus mihi: nam simul te,
Lesbia, aspexi, nihil est super mi
* * * * * * * *
lingua sed torpet, tenuis sub artus
flamma demanat, sonitu suopte
tintinant aures gemina, teguntur
lumina nocte.
otium, Catulle, tibi molestum est:
otio exsultas nimiumque gestis:
otium et reges prius et beatas
perdidit urbes.

Aquel me parece semejante a un dios,

aquel, si es posible, supera a los dioses,

que sentado enfrente una y otra vez te mira y oye cómo ríes dulcemente, porque

a mí desgraciado me arrebata todos los sentidos: pues a la vez a ti, Lesbia, te he mirado, no tengo nada sobre la lengua pero está torpe, una tenue mana bajo mis articulaciones, con su propio sonido me zumban los oídos, se cubren las luces por la noche.

El ocio, Catulo, te está perjudicando:

por el ocio exultas y te acaloras demasiado:

el ocio no solo ha echado a perder a reyes sino también a ciudades felices.


sábado, 4 de septiembre de 2010

George Steiner: Una lectura bien hecha


La mochila del soldado de infantería no tiene mucho espacio. Un jabón, unas hojas de afeitar, unos calcetines de repuesto. Pero hay lugar para un libro: El mundo como voluntad y representación (Die Welt als Wille und Vorstellung), de Schopenhauer. Sólo ese libro. El soldado en cuestión es mensajero de las vanguardias en las trincheras, tarea peligrosa si las hubo. Hombre de valor excepcional, será promovido a cabo y recibirá tres heridas graves antes de noviembre de 1918. Habrá leído una y otra vez el texto de Schopenhauer, que ya no lo dejará a lo largo de una existencia agitada.
Su lectura se dirigirá ante todo hacia la doctrina schopenhaueriana del Wille, de la voluntad. El mundo es en primer lugar y a fin de cuentas voluntad. Todo movimiento orgánico, todo pensamiento, no son sino pulsiones fenoménicas surgidas de la voluntad. Impulso de ser, del que el mundo y la dinámica ontológica que llamamos «vida» sólo son una manifestación siempre parcial, siempre naciendo y desapareciendo, la voluntad, der Wille, es simplemente el ser como lo dice el verbo «ser». No puede haber límite para esta voluntad, ya que semejante límite sería él mismo la expresión de otra voluntad, incluso contraria, como la de la antimateria, a la vez simétrica y destructiva, en la física nuclear moderna. Punto capital -que nuestro lector, bajo los huracanes de fuego de los años 14-18, habrá anotado cuidadosamente-, el Wille trasciende, al englobarlo, a su objeto. En ese voluntarismo cósmico, el objeto no es sino un momento en la eterna pulsión de la voluntad, no es sino un grano de arena arrojado por el maremoto o el calmado sismo del ser. De ahí que las nociones éticas aplicadas a los objetos del acto voluntario sean triviales, comparadas con el acto mismo. De ahí también que, en una perspectiva como predarwiniana, el individuo sólo sea una pompa efímera, una parte casi insignificante de la espuma que surge y se apaga en la superficie existencial del diluvio creador del Wille. Consciente de la nulidad de su estado y de los sufrimientos e ilusiones que le proporciona esa nulidad, el individuo que reflexiona buscará la extinción, el retorno a la noche informe de lo universal. Aniquilar es devolver a la vida la lógica y la dignidad del trans, es decir, de lo inhumano.


martes, 31 de agosto de 2010

Cantar de los cantares

Fuente: Cantar de cantares de Salomón. Fray Luis de León; editor literario Javier San José Lera.


Capítulo primero


1. (ESPOSA:) Béseme de besos de su boca; que buenos [son] tus amores más que el vino.

2. Al olor de tus ungüentos buenos, [que es] ungüento derramado tu nombre; por eso las doncellas te amaron.

3. Llévame en pos de ti, correremos. Metiome el rey en sus retretes: regocijarnos hemos y alegrarnos hemos en ti, acordarnos hemos; membrársenos han tus amores más que el vino. Las dulzuras te aman.

4. Morena yo, pero amable, hijas de Jerusalén, como las tiendas de Cedar, como las cortinas de Salomón.

5. No me miréis que soy algo morena, que mirome el sol; los hijos de mi madre porfiaron y forcejaron contra mí; pusiéronme [por] guarda de viñas. La mi viña no guardé.

6. ¡Enséñame, Amado de mi alma, dónde apacientas!, dónde sesteas al mediodía; porque seré yo como descarriada entre los ganados de tus compañeros.

7. (ESPOSO:) Si no te lo sabes, ¡oh hermosa entre las mujeres!, salte [y sigue] por las pisadas del ganado, y apacentarás tus cabritos junto a las cabañas de los pastores.

8. A la yegua mía en el carro de Faraón te comparo, amiga mía.

9. Lindas [están] tus mejillas en las perlas, tu cuello en los collares.

10. Cercillos de oro te haremos esmaltados de plata.

11. (ESPOSA:) Cuando estaba el rey en su reposo, mi nardo dio su olor.

12. Manojuelo de mirra el mi amado a mí; morará entre mis pechos.

13. Racimo de Cofer mi amado a mí, de las viñas de Engedon.

14. (ESPOSO:) ¡Ay, cuán hermosa, amiga mía, cuán hermosa! Tus ojos de paloma.

15. (ESPOSA:) ¡Ay, cuán hermoso, amado mío y [también] dulce! Nuestro lecho florido.

16. Las vigas de nuestra casa de cedro, el techo de ciprés.

[Autor del blog: Conversación entre amada y amado. Comienza la amada, que parece que lleva la iniciativa. El esposo se presenta como perteneciente a la corte real. La esposa se nos muestra como de extracción social más baja, que ha de justificar su belleza a pesar del color moreno de su piel]

lunes, 30 de agosto de 2010

Cántico espiritual


Canciones entre el Alma y el esposo


[LA ESPOSA]




1Abajo ¿Adónde te escondiste,


Amado, y me dejaste con gemido?


Como el ciervo huiste,


habiéndome herido;


salí tras ti clamando, y eras ido. 5

2Pastores, los que fuerdes


allá por las majadas al otero,


si por ventura vierdes


aquel que yo más quiero,


decilde que adolezco, peno y muero. 10

3Buscando mis amores


iré por esos montes y riberas;


ni cogeré las flores


ni temeré las fieras;


y pasaré los fuertes y fronteras. 15

4¡Oh, bosques y espesuras


plantadas por la mano del Amado!


¡Oh, prado de verduras,


de flores esmaltado!


Decid si por vosotros ha pasado. 20


[RESPUESTA DE LAS CRIATURAS]




5Mil gracias derramando


pasó por estos sotos con presura,


y, yéndolos mirando,


con sola su figura


vestidos los dejó de hermosura. 25


viernes, 27 de agosto de 2010

Teogonía

Musas Heliconíadas

(II. 1-25)Comencemos nuestro canto por las Musas Heliconíadas, que habitan la montaña grande y divina del Helicón. Con sus pies delicados danzan en torno a una fuente de violáceos reflejos y al altar del muy poderoso Cronión. Después de lavar su piel suave en las aguas del Permeso, en la Fuente del Caballo o en el divino Olmeo, forman bellos y deliciosos coros en la cumbre del Helicón y se cimbrean vivamente sobre sus pies. Partiendo de allí, envueltas en densa niebla marchan al abrigo de la noche, lanzando al viento su maravillosa voz, con himnos a Zeus portador de la égida, a la augusta Hera argiva calzada con doradas sandalias, a la hija de Zeus portador de la égida, Atenea de ojos glaucos, a Febo Apolo y a la asaeteadora Ártemis, a Poseidón que abarca y sacude la tierra, a la venerable Temis, a Afrodita de ojos vivos, a Hebe de áurea corona, a la bella Dione a Eos al alto Helios y a la brillante Selene, a Leto, a Jápeto, a Cronos de retorcida mente, a Gea, al espacioso Océano, a la negra Noche y a la restante estirpe sagrada de sempiternos Inmortales. Ellas precisamente enseñaron una vez a Hesíodo un bello canto mientras apacentaba sus ovejas al pie del divino Helicón. Este mensaje a mi en primer lugar me dirigieron las diosas, las Musas Olímpicas, hijas de Zeus portador de la égida: "¡Pastores del campo, triste oprobio, vientres tan solo! Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad." Así dijeron las hijas bienhabladas del poderoso Zeus. Y me dieron un cetro después de cortar una admirable rama de florido laurel. Me infundieron voz divina para celebrar el futuro y el pasado y me encargaron alabar con himnos la estirpe de los felices Sempiternos y cantarles siempre a ellas mismas al principio y al final. Mas, ¿a qué me detengo con esto en torno a la encina o la roca?

Musas olímpicas

¡Ea, tú! comencemos por las Musas que a Zeus padre con himnos alegran su inmenso corazón dentro del Olimpo, narrando al unísono el presente, el pasado y el futuro. Infatigable brota de sus bocas la grata voz. Se torna resplandeciente la mansión del muy resonante Zeus padre al propagarse el delicado canto de las diosas y retumba la nevada cumbre del Olimpo y los palacios de los Inmortales. Ellas, lanzando al viento su voz inmortal, alaban con su canto primero, desde el origen, la augusta estirpe de los dioses a los que engendró Gea y el vasto Urano y los que de aquellos nacieron, los dioses dadores de bienes. Luego, a Zeus padre de dioses y hombres, al comienzo y al final de su canto, celebran las diosas, como sobresale con mucho entre los dioses y es el de más poder. Y cuando cantan la raza de los hombres y los violentos Gigantes, regocijan el corazón de Zeus dentro del Olimpo las Musas Olímpicas, hijas de Zeus portador de la égida. Las alumbró en Pieria, amancebada con el padre crónida, Mnemósine, señora de las colinas de Eleuter, como olvido de males y remedio de preocupaciones. Nueve noches se unió con ella el prudente Zeus subiendo a su lecho sagrado, lejos de los Inmortales. Y cuando ya era el momento y dieron la vuelta las estaciones, con el paso de los meses, y se cumplieron muchos días, nueve jóvenes de iguales pensamientos, interesadas solo por el canto y con un corazón exento de dolores en su pecho, dio a luz aquélla, cerca de la más alta cumbre del nevado Olimpo. Allí forman alegres coros y habitan suntuosos palacios. Junto a ellas viven, entre fiestas, las Gracias e Hímero. Y una deliciosa voz lanzando por su boca, cantan y celebran las normas y sabias costumbres de todos los Inmortales. Aquéllas iban entonces hacia el Olimpo, engalanadas con su bello canto, inmortal melodía. Retumbaban en torno la oscura tierra el son de sus cantos, y un delicioso ruido subía de debajo de sus pies al tiempo que marchaban al palacio de su padre. Reina aquél sobre el cielo y es dueño del trueno y del llameante rayo, desde que venció con su poder al padre Cronos. Perfectamente repartió por igual todas las cosas entre los Inmortales y fijó sus prerrogativas. Esto cantaban las Musas que habitan las mansiones olímpicas, las nueve hijas nacidas del poderoso Zeus: Clío, Euterpe, Talía, Melpómene, Terpsícore, Erato, Polimnia, Urania y Calíope. esta es la más importante de todas, pues ella asiste a los venerables reyes.

Acción de las musas entre los hombres

Al que honran las hijas del poderoso Zeus y le miran al nacer, de los reyes vástagos de Zeus, a éste derraman sobre su lengua una dulce gota de miel y de su boca fluyen dulces palabras. Todos fijan en él cuando interpreta las leyes divinas con rectas sentencias y él con firmes palabras en un momento resuelve sabiamente un pleito por grande que sea. Pues aquí radica el que los reyes sean sabios, en que hacen cumplir en el ágora los actos de reparación a favor de la gente agraviada fácilmente, con persuasivas y complacientes palabras. Y cuando se dirige al tribunal, como un dios le propician con dulce respeto y él brilla en medio del vulgo. ¡Tan sagrado es el don de las Musas para los hombres! De las Musas y del flechador Apolo descienden los aedos y citaristas que hay sobre la tierra; y de Zeus, los reyes. ¡Dichoso aquel de quién se prendan las Musas! Dulce le brota la voz en la boca. Pues si alguien, víctima de una desgracia, con el alma recién desgarrada se consume afligido en su corazón, después de que un aedo servidor de las Musas cante las gestas de los antiguos y ensalce a los felices dioses que habitan el Olimpo, al punto se olvida aquél de sus penas y ya no se acuerda de ninguna desgracia. ¡Rápidamente cambian el ánimo los regalos de las diosas!


Invocación y programa

¡Salud hijas de Zeus! Otorgadme el hechizo de vuestro canto. Celebrad la estirpe sagrada de los sempiternos Inmortales, los que nacieron de Gea y del estrellado Urano, los que nacieron de la tenebrosa Noche y los que crió el salobre Ponto. Decid también cómo nacieron al comienzo los dioses, la tierra, los ríos, el ilimitado mar de agitadas olas y, allí arriba, los relucientes astros y el ancho cielo. Y los descendientes de aquéllos, los dioses dadores de bienes, cómo se repartieron la riqueza, cómo se dividieron los honores y cómo además, por primera vez, habitaron el muy abrupto Olimpo. Contadme esto, Musas que desde un principio habitáis las moradas olímpicas, y decidme lo que hubo antes de ellos.

Cosmogonía

Antes que todas las cosas, en un comienzo, fue el infinito Caos. Después Gea la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo. En el fondo de Gea de anchos caminos existió el tenebroso Tártaro. Por último, Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad en sus pechos. Del Caos surgieron Érebo y la negra Nix. De Nix a su vez nacieron el Éter y Hemera, a los que alumbró preñada en contacto amoroso con Érebo. Gea alumbró primero al estrellado Urano con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder ser así sede siempre segura para los felices dioses. También dio a luz a los grandes Ourea, deliciosa morada de diosas, las Ninfas que habitan en los boscosos montes. Ella igualmente parió al estéril piélago de agitadas olas, el Ponto, sin mediar el grato comercio.

Hijos de Gea y Urano

Luego, acostada con Urano, alumbró a Océano de profundas corrientes, a Ceo, a Crío, a Hiperión, a Jápeto, a Tea, a Rea, a Temis, a Mnemósine, a Febe de áurea corona y a la amable Tetis. Después de ellos nació el más joven, Cronos, de mente retorcida, el más terrible de los hijos y se llenó de un intenso odio hacia su padre. Dió a luz además a los Cíclopes de soberbio espíritu, a Brontes, a Estéropes y al violento Arges, que regalaron a Zeus el trueno y le fabricaron el rayo. Éstos en lo demás eran semejantes a los dioses, pero en medio de su frente había un solo ojo. Cíclopes era su nombre por eponimia, ya que efectívamente, un solo ojo completamente redondo se hallaba en su frente. El vigor, la fuerza y los recursos presidían sus actos. También de Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes y violentos cuyo nombre no debe pronunciarse: Coto, Briareo y Giges, monstruosos engendros. Cien brazos informes salían agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacían cincuenta cabezas de los hombros, sobre robustos miembros. Una fuerza terriblemente poderosa se albergaba en su enorme cuerpo.

Castración de Urano. Nacimiento de Afrodita