lunes, 7 de noviembre de 2011

Dido y Eneas según Quevedo

SI UN ENEÍLLAS VIERA, SI UN PIMPOLLO
IMITACIÓN DE VIRGILIO EN LO QUE DIDO DIJO A ENEAS
QUERIENDO DEJARLA


SONETO


... Si quis mihi parvulus aula
Luderet Aeneas, etc.


Si un Eneíllas viera, si un pimpollo,
sólo en el rostro tuyo, en obras mío,
no sintiera tu ausencia ni desvío
cuando fueras, no a Italia, sino al rollo.


Aquí llegaste de uno en otro escollo,
bribón Troyano, muerto de hambre y frío,
y tan preciado de llamarte pío,
que al principio pensaba que eras pollo.


Mira que por Italia huele a fuego
dejar una mujer quien es marido:
no seas padrastro a Dido, padre Eneas.


Del fuego sacas a tu padre, y luego
me dejas en el fuego que has traído
y me niegas el agua que deseas.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Eneida V, 1-7

Interea medium Aeneas iam classe tenebat
certus iter fluctusque atros Aquilone secabat
moenia respiciens, quae iam infelicis Elissae
conlucent flammis. quae tantum accenderit ignem
causa latet; duri magno sed amore dolores               5
polluto, notumque furens quid femina possit,
triste per augurium Teucrorum pectora ducunt.

Entretanto Eneas ya marchaba resuelto a mitad de camino
con su flota y cortaba las negras olas con viento
del norte mientras miraba las murallas, que ya brillan
con las llamas de la infeliz Elisa. Queda oculto qué causa
ha encendido un fuego tan grande queda oculto; pero sí
saben qué duro es el dolor por un amor grande y truncado
y cuanto puede hacer una mujer fuera de sí,un triste augurio
atarviesa sus pechos.

Libro IV de la Eneida

En tanto la Reina, presa hacía tiempo de grave cuidado, abriga en sus venas herida de amor y se consume en oculto fuego. Continuamente revuelva en su ánimo el alto valor del héroe y el lustre de su linaje; clavadas lleva en el pecho su imagen, sus palabras, y el afán no le consiente dar a sus miembros apacible sueño.
Ya la siguiente aurora iluminaba la tierra con la antorcha febea y había ahuyentado del polo las húmedas sombras, cuando delirante Dido habló en estos términos a su hermana, que no tiene con ella más que un alma y una voluntad: "Ana, hermana mía, ¿qué desvelos son estos, que me suspenden y aterran? ¿Quién es ese nuevo huésped que ha entrado en nuestra morada? ¡Qué gallarda presencia la suya! ¡Cuán valiente, cuán generoso y esforzado! Creo en verdad, y no es vana ilusión, que es del linaje de los dioses. El temor vende a los flacos pechos; pero él, ¡por cuáles duros destinos no ha sido probado! ¡Qué terribles guerras nos ha referido¡Si no llevase en mi ánimo la firme e inmutable resolución de no unirme a hombre alguno con el lazo conyugal desde que la muerte dejó cruelmente burlado mi primer amor; si no me inspirasen un invencible hastío el tálamo y las teas nupciales, acaso sucumbiría a esta sola flaqueza. Te lo confieso, hermana: desde la muerte de mi desventurado esposo Siqueo, desde que un cruel fratricidio regó de sangre nuestros penates, ese solo ha agitado mis sentidos y hecho titubear mi conturbado espíritu: reconozco los vestigios del antiguo fuego; pero quiero que se abran para mí los abismos de la tierra, o que el Padre omnipotente me lance con su rayo a la mansión de las sombras, de las pálidas sombras del Erebo y a la profunda noche, ¡oh pudor! antes de que yo te viole o de que infrinja tus leyes. Aquel que me unió a sí el primero, aquel se llevó mis amores: téngalos siempre él y guárdelos en el sepulcro."Dijo, y un raudal de llanto inundó su pecho.