jueves, 14 de octubre de 2010


A Trasideo de Tebas

Musa, si conviniste en ofrecer, a cambio de paga,
tu voz, obediente a la plata, a ti te corresponde hacerla tremolar aquí y allá
en honor de Pitónico,
el padre, o de su hijo Trasideo,
cuya felicidad y fama están flameantes.
Hermosa fue su victoria de antaño con el carro
y en Olimpia conquistaron con sus caballos
el rayo veloz de los célebres juegos;
mientras que en Pito, al bajar a la arena para la carrera ligera,
fueron superiores a la helénica concurrencia
por su rapidez. Que no ambicione yo mas bienes que los divinos,
con aspiraciones adecuadas a la edad,
pues cuando me encuentro con que en una ciudad
los de enmedio poseen flor de prosperidad más duradera,
censuro el destino de las tiranías.
Dedicado estoy a los logros compartidos: fuera los envidiosos.
Mas cuando uno alcanza la cima
y con pacífica conducta escapa
de la funesta desmesura, puede hacer mas bella travesía hasta el límite
de la negra muerte si a su gratísima descendencia
ha proporcionado renombrada gloria, más poderosa que todas las riquezas.
Tal don es el que distingue al hijo de Ificles,
Yolao, el que himnos dedicamos, y al fuerte Cástor,
y a ti, soberano Polideuces, hijos de dioses,
que un día habitáis en la sede de Terapna
y al otro dentro del Olimpo.

A Hierón de Siracusa




Reluce su fama
en la colonia, por sus hombres célebres, del lidio Pélope.
Por éste sintió pasión el poderoso Posidón,
el que la tierra conduce, cuando Cloro lo sacó
del inmaculado caldero
provisto de un brillante hombro de marfil,
¡en verdad que es mucho lo asombroso!
E incluso puede acontecer que los rumores
de los mortales, habladurías adornadas con abigarradas
ficciones, trasgrediendo el relato verdadero,
nos engañen por completo.


Íbico

En primavera los membrillos cidonios
florecen regados por la corriente de los arroyos
en el huerto no hollado de las doncellas
y también crecen los pámpanos bajo umbrosos retoños.
Amor, en cambio, jamás reposa para mí en estación alguna,
si no que, cual cierzo tracio inflamado por el rayo,
sombrío y resoluto, me agita el alma por entero,
violentamente, con un loco frenesí que me consume.

Un tracio es quien lleva, ufano, mi escudo: lo eché, sin

pensarlo,

junto a un arbusto, al buen arnés sin reproche,

pero yo me salvé.. ¿Qué me importa, a mí, aquel escudo?

¡Bah! Lo vuelvo a comprar que no sea peor.




La Moira es, en efecto, quien da a los humanos el bien y el mal,


y son inevitables los dones de los dioses inmortales.


En todas las acciones hay riesgo y nadie sabe


en qué va a concluir un asunto recién comenzado.


Así que uno que pretende obrar bien no ha previsto


que se lanza a un duro y enorme desastre,


y a otro, que obró mal, le concede un dios para todo


la suerte del éxito, que contrarresta su propia torpeza.


(unred.es)


Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta.


Dioses de la mitología griega
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