Me parece igual a un dios
el hombre que frente a ti se sienta
y absorto escucha mientras le hablas dulcemente
y sonríes con amor.
Esto, no miento, no, me sobresalta
dentro del pecho el corazón;
pues si te miro un solo instante
mi voz no me obecede,
la lengua se me hiela, un sutil
fuego corre bajo mi piel,
mis ojos no ven nada, me zumban los oídos,
un sudor frío me cubre, un temblor
me agita toda entera y estoy, más que la hierba,
pálida, y siento que me falta poco
para quedarme muerta.
La lírica monódica
Catulo
LI. ad Lesbiam
ILLE mi par esse deo uidetur, | Aquel me parece semejante a un dios, aquel, si es posible, supera a los dioses, que sentado enfrente una y otra vez te mira y oye cómo ríes dulcemente, porque a mí desgraciado me arrebata todos los sentidos: pues a la vez a ti, Lesbia, te he mirado, no tengo nada sobre la lengua pero está torpe, una tenue mana bajo mis articulaciones, con su propio sonido me zumban los oídos, se cubren las luces por la noche. El ocio, Catulo, te está perjudicando: por el ocio exultas y te acaloras demasiado: el ocio no solo ha echado a perder a reyes sino también a ciudades felices. |
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